Tanto en los sistemas productivos de las empresas tradicionales como en las del deporte, gestionar el capital ha ganado de forma decisiva al talento.

Autor: ROGER L. MARTIN

Pero esta realidad productiva trajo el nacimiento de un nuevo retador que ya ocupa el lugar de la fuerza laboral como su principal competidor. Esta fuerza son los individuos con talentos excepcionales, sin los cuales los negocios no podrían operar en los nuevos mercados de la economía digital.

“No es posible que los presos dirijan la cárcel”

Al decir esas palabras empáticas en una reunión de los dueños de la NFL (léase: holding del fútbol americano), el propietario de los Texanos de Houston, Robert C. McNair, desató una tormenta de fuego.

Su receptor DeAndre Hopkins, uno de los mejores de la liga, no fue a entrenar como protesta, y todo el equipo amenazó con levantarse en huelga, lo cual se evitó tan solo después de una reunión de 90 minutos que tuvo el equipo, en la cual el entrenador en jefe Bill O’Brien logró tranquilizar a sus pupilos.

Los jugadores de los Texanos describieron el comentario de McNair como enfermizo y horrible.

Los políticos, los propietarios de los equipos y los aficionados (consumidores de la línea de producto deporte) parecen estar sorprendidos y perplejos por lo que están haciendo los jugadores. Yo no. Durante una buena parte del siglo XX, el capital y la mano de obra combatieron por llevar la delantera en la batalla económica por el botín de su esfuerzo conjunto, y la mano de obra tuvo la delantera entre 1935, año en que se aprobó la Ley Nacional de Relaciones Laborales, y 1960, época del auge de la sindicalización en Estados Unidos.

Entre 1960 y 1980, el capital contra-atacó mudándose a los estados que adoptaron las leyes en contra de los sindicatos y mediante la mecanización, la computarización y el inicio de la subcontratación a nivel mundial. El presidente republicano Ronald Reagan clavó la estaca definitiva en el corazón de la fuerza laboral sindicalizada cuando despidió a los controladores de tránsito aéreo en 1981.

Aunque el capital haya ganado de forma decisiva a la mano de obra, no logró percatarse de que había surgido un nuevo retador que ocuparía el lugar de la fuerza laboral como su principal competidor. Esta fuerza son los individuos con talentos excepcionales, sin los cuales los negocios no podrían operar.

La diferencia entre la mano de obra y el talento es que la primera tiene habilidades que se pueden sustituir en gran medida, mientras que el talento tiene una preparación y una experiencia exclusivas, además de que es indispensable.

Los organizadores de la fuerza laboral chapados a la antigua podrían encontrar irónico que los jugadores de los Texanos de Houston, quienes tienen un salario anual promedio de tres millones de dólares, amenacen con abandonar su lugar de trabajo. Sin embargo, así es el nuevo mundo de la gestión del talento. Los dueños tendrán que acostumbrarse a que se encumbre el talento, no el capital.

FUENTE TEMÁTICA:
hbr.org

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