Un club que durante mucho tiempo veló con celo por el deporte aficionado, el COI, se ha convertido en la principal multinacional del espectáculo deportivo; pero también en un foco muy vulnerable a la corrupción, el dopaje y la violencia.
En efecto, durante los dos últimos decenios, el COI ha pasado a beneficiarse de las inteligentes estrategias de mercadeo y de los ingresos por los contratos sobre los derechos de televisión. Cuarenta multinacionales, a través de sus programas de patrocinio, son las actuales fuentes de sostenimiento.
Esta entrada masiva de capital ha dado lugar a escándalos de corrupción y creado un clima poco sano. El poder de los comités olímpicos nacionales y las federaciones se blinda en un reglamento soberano que no acepta injerencia alguna de las normas gubernamentales en asuntos fiscales. Esta soberanía de república independiente no del todo es proba en sus asuntos internos.
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