Los especialistas encuentran analogía entre lo que sucede con los atletas y la vida competitiva de los líderes que dirigen.

Explican cómo los grandes líderes no solo superan a sus rivales sino que transforman el sentido de lo que es posible en sus ámbitos ejecutivos.

Autor: Bill Taylor

La triste noticia sobre la muerte de Roger Bannister, el primer humano en correr una milla, o 1609 metros, en menos cuatro minutos, me hizo pensar sobre su legado, no solo como uno de los más grandes atletas del siglo pasado, sino como un innovador, un agente de cambio y un icono del éxito.

La mayoría de la gente conoce la historia básica de Bannister, quien el 6 de mayo de 1954 rompió la barrera de los cuatro minutos con un tiempo de tres minutos y 59,4 segundos. Sin embargo, no fue sino hasta que decidí escribir sobre él y leí un notable relato de sus proezas escrito por el periodista y corredor británico John Bryant, cuando comprendí la historia detrás de la historia.

Bryant nos recuerda que los corredores habían estado tras ese objetivo seriamente desde por lo menos 1886 y que en el desafío participaron los entrenadores más brillantes y los atletas más dotados de Estados Unidos, Europa y Australia. “Se había convertido en una barrera tanto psicológica como física”, señala. “Y como una montaña inconquistable, mientras más se acercaban más intimidante parecía”.

Así que la barrera de los cuatro minutos perduró durante décadas y, cuando cayó, las circunstancias desafiaron las confiadas predicciones de las mejores mentes del deporte.

Los expertos creían que conocían las condiciones precisas en las que la marca se superaría. Sin embargo, Bannister lo logró en un día frío, en una pista mojada, en un evento pequeño en Oxford, Inglaterra, frente a un grupo de solo unos miles de personas.

Solo 46 días después de la hazaña de Bannister, John Landy, un corredor australiano, rompió de nuevo el récord, con un tiempo de tres minutos y 58 segundos. Luego, solo un año después, tres corredores superaron la marca de cuatro minutos en una sola carrera. En la última mitad de siglo, más de mil corredores han conquistado la barrera que alguna vez se consideró irremediablemente fuera de alcance.

Bueno, lo que sucede con los corredores sucede con los líderes que dirigen empresas. En los negocios, el progreso no va en línea recta. Ya sea que se trate de un ejecutivo, un emprendedor o un tecnólogo, un innovador cambia el juego, y lo que se pensaba que no se alcanzaría se convierte en el referente. Ese es el verdadero legado y una lección para todos los que vemos el papel del liderazgo como hacer cosas no logradas nunca antes.

En otras palabras, los grandes líderes no solo superan a sus rivales. También transforman el sentido de lo que es posible en sus ámbitos.

FUENTE TEMÁTICA:
hbr.org

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